martes, 6 de febrero de 2024

7) Sigiriya y la impresionante Roca del León

De Kandy viajamos a Sigiriya para proseguir el tour por el centro del país. Habíamos visto ya sitios de lo más interesante y veríamos muchos más, pero la Roca del León es algo especial, un lugar impresionante declarado Patrimonio de la Humanidad. Este montículo rocoso de 200 metros de altura surge de la frondosa vegetación del valle y allí a un rey, posiblemente no muy en sus cabales, se le ocurrió construir arriba un palacio allá por el siglo V. Es un lugar de los que no se olvidan y por eso empezamos esta entrada con una imagen suya pese a que tardamos un par de días en conocerla.

Imponente Roca del León

Ya hemos señalado que el guía de Kandy nos llevó al Sat Nam Eco Village, pequeño establecimiento  hotelero con 4 cabañas, que gestiona una pareja de españoles. Por esas casualidades de la vida, el hijo de unos amigos, Liqen, genial artista del grafiti, les decoró el exterior de las cabañas y debido a ese contacto nos alojamos allí durante tres días. El precio total (como atención nos mantuvieron el de la temporada baja) fue de 387 € con desayuno.

Tuk tuks exhibiendo la bandera nacional el día de la fiesta de Sri Lanka

El viaje fue bien, animado, era domingo 4 de febrero, la fiesta nacional de Sri Lanka que conmemora la independencia del país y el fin de la dominación británica. La llamativa bandera esrilanquesa estaba ese día por todos los lados. 

Templo hindú de Matele

Por la fiesta de ese día no nos permitieron entrar al templo

Nuwan nos ofreció paradas interesantes, como es la norma de los taxistas, y la primera tocó en Matele, localidad que se considera el centro geográfico de Sri Lanka. Hay allí un templo hindú de lo más llamativo, y por eso paramos.  


Sin embargo, nos tuvimos que conformar con verlo por fuera y rodear el patio del recinto en el que se encuentra. Intentamos acceder al interior, pero con gestos un tanto rudos nos sacaron fuera: un cartel que no habíamos visto explicaba que los turistas están vetados en fiestas como la de ese día y, por añadidura, durante todo el mes de febrero. Así que nos quedamos con las ganas.

Jardín botánico para fabricar medicinas ayurvédicas

Hubo otro alto en un jardín y factoría de productos ayurvédicos. Es un recinto modélico, ordenado, limpio y bien cuidado, todavía más que el del día de Colombo a Galle . Lo recorrimos con uno de sus monitores y fuimos conociendo las plantas y árboles de los que obtienen el material para sus productos curativos. Era un guía avispado que hablaba bastante español, aprendido principalmente por la app de Duolingo.

Preparando curry de manera artesanal

En un aula abierta, otro monitor nos enseñó como hacen curry, los productos que utilizan y el molido artesanal previo a su tostado. Interesante. Tras adquirir alguna especia para cocinar seguimos directos hasta el nuevo hotel tras desechar la visita a las cuevas de Dambulla, que haríamos un par de días después.


Poco después llegábamos al hotel, enclavado en una zona rural, y que consta de cuatro cabañas junto con un agradable comedor abierto y una piscina. Nos atendió Manuel, uno de los dos propietarios, ya que su socia Alba, leonesa pero con residencia en Suiza, no estaba allí esos días.


Las cabañas son sencillas, la habitación con la cama, baño y una terraza trasera. Aunque llevan pocos años en funcionamiento, desde 2017, se ve que han sido muy utilizadas y que el clima es complicado, con humedad, calor y lluvia, ya que se las ve trotadas y con algunos problemas de humedad.

Nada más llegar a Sat Nam nos dimos un buen baño en su piscina

Y la piscina, como ocurrió durante todo el viaje, fue nuestra vía de escape del bochorno, y en ellas pasamos largos ratos por las tardes.


El recinto es tranquilo, confundido en medio de un entorno natural arbolado.

Completo rice and curry en el alojamiento de Sigiriya

La jornada se completó con un rice and curry en el Sat Nam que nos gustó, abundante y sabroso. Mientras cenábamos apareció una pareja joven que ocupaba la cuarta cabaña. Hablamos un rato con ellos y resulta que eran austríacos de Klagenfurt, la capital de la región de Carintia, al sur. Pero más sorprendidos quedaron ellos cuando una pareja de nuestro grupo le dijo que conocían muy bien Klagenfurt, donde habían pasado un mes muchos años antes en unas vacaciones por el sistema de intercambio de casas. Muy pequeño el mundo.

Un gran lago que encontramos paseando junto al hotel de Sigiriya

A la mañana siguiente después de desayunar decidimos dar un paseo por los alrededores del hotel. Teníamos tiempo hasta el mediodía, cuando íbamos a visitar la reserva forestal de Hurulu, importante hábitat de elefantes. La noche anterior habíamos gestionado con Manuel esa actividad y la del día siguiente a la Roca del León.


El lago cerca del hotel estaba vallado y había varios resorts en la zona. También viviendas modestas aisladas.


Y extensos campos destinados al cultivo de arroz, una actividad que con las condiciones de Sri Lanka, clima, suelo y agua, permite obtener dos cosechas anuales.


El safari fue similar al de Yala, con un jeep previsto para seis personas, pero con una importante diferencia: aquí estábamos todos al mismo nivel, con lo que la visibilidad y comodidad era inferior. Por lo demás, había menos animales, solo elefantes a los que vimos siempre solos o en pareja como mucho.

Muchos elefantes tienen parte de las orejas decoloradas, de un llamativo color marrón

Hay tres parques nacionales en esta zona, incluido el de Hurulu, y los elefantes acostumbran a moverse entre ellos en función del nivel de agua en los lagos.


Hurulu es una zona boscosa, un paisaje sin duda agradable, y durante un par de horas nuestros guía dio muchas vueltas con el jeep para localizar paquidermos. 


En la parte final del tour nos llevó a un mirador, situado en lo alto de un peñasco, desde donde se divisaba una excelente panorámica de Hurulu.

Con nuestro guía, Thorindu, en lo alto del mirador de Hurulu


Agarrados a las barras del jeep, los botes de los socavones del camino terminaron haciendo efecto en nuestras espaldas. 


No resultó sencillo, pero finalmente los elefantes (en Sri Lanka sin colmillos) terminaron por aparecer y casi siempre comiendo. Son endémicos en la isla, aunque la coexistencia con los agricultores es complicada y su hábitat cada vez más reducido. Estos paquidermos comen más de 100 kilos de plantas, hierba y cortezas al día, con lo que una manada puede transformar una zona en poco tiempo. Llegan a pesar más de 6.000 kilos (el más grande de los asiáticos) y pese a ellos son rápidos, corren a más de 40 kilómetros/hora. En nuestro caso, todos los que vimos, en Yala y aquí, estaban muy tranquilos y se movían a paso lento.


En el recorrido por Hurulu había muy pocos vehículos con turistas, nada que ver con la aglomeración vivida en Yala. De regreso a Sat Nam estábamos empapados de sudor y el grupo se dividió. Dos fueron a darse un masaje en las inmediaciones, que ya estaba contratado y del que volvieron muy satisfechos, y los demás directos a la piscina.

La Roca del León es Patrimonio de la Humanidad desde 1982

El último día en Sigiriya salimos de mañana para visitar La Roca del León y subir a la cumbre, previo ascenso de 1.200 escalones. La cifra nos sonaba un poco elevada para nuestras posibilidades, pero la intención era llevarla a cabo.

Avenida de acceso al emblema de Sri Lanka

Como en Yala y en los sitios especialmente atractivos para los turistas, previamente pasamos por taquilla para abonar 30 dólares, una tarifa importante en Sri Lanka. Obviamente, venir a este país y no subir a la Roca es algo sin mucho sentido, cuestiones físicas aparte. Por eso había cientos de personas en este lugar un martes de febrero. Grupos de todo tipo y también parejas jóvenes con niños pequeños e incluso bebés a cuestas. 

En la avenida de acceso atravesamos los jardines reales, de distintos tipos (rocalla, acuáticos y terrazas), pero no nos detuvimos. Nuestro objetivo era subir a la roca y a la vuelta la salida se hizo por otro sitio, al aparcamiento donde esperan los chóferes.


Minutos después ya estábamos delante del peñasco y dispuestos a iniciar la subida. Y bastante impresionados por la belleza de este lugar.


La subida no es toda de un tirón, como nos ocurrió con el Peñol de Guatapé, en Colombia, nuestra referencia, pero allí solo ascendimos 700 escalones. En Sigiriya se va subiendo por tramos, unas escaleras, explanada, otras, una terraza, y así sucesivamente.


En estas plataformas había restos arqueológicos del palacio construido quince siglos atrás.


Y por fin llegó el momento de escalar directamente sobre la roca, por una escalera clavada al peñasco y en fila india, como hormigas, pues el lugar estaba atestado. Al margen del esfuerzo, todos nos preguntábamos como hicieron en los albores de nuestra era para subir los materiales del palacio por una peña inaccesible.

Del viejo león que da nombre al lugar, quedan las garras que se aprecian bien en esta foto.

Dudas e historia aparte, éramos conscientes de estar en un sitio especial y fotogénico como lo son pocos. Según íbamos tomando altura, ya podíamos fotografiar los recintos que dejábamos abajo.


E igualmente empezábamos a disfrutar de la vista de pájaro sobre la planicie en la que se asienta la Roca del León.

Una estrecha escalera doble permite llegar a la cumbre

Y así, poco a poco, llegamos a la parte superior de la Roca, haciendo cábalas sobre si realmente habríamos subido 1.200 escalones. Llegamos a pensar que quizás eran 600 de subida y otros tantos de bajada, pues el esfuerzo lo llevamos bastante bien.

Espectacular vista del valle donde está situada la Roca del León.

Una vez arriba nos apresuramos a recorrer todo el recinto, que no es exactamente plano. Hay varios niveles conectados por escalinatas y restos de numerosas construcciones en ladrillos, millares, con seguridad millones de ladrillos que alguien tuvo que subir hasta aquí. Esto ocurrió en tiempos del rey Kasyapa, entre los años 477 y 495. En total dos hectáreas que en su día estuvieron ocupadas por edificios de los que solo quedan los cimientos.

Estanque en la cumbre cortado sobre la roca, totalmente lleno con agua de lluvia

Los restos existentes son mezcla de palacio y fortaleza. Se piensa, no obstante, que la Roca estaba habitada desde tiempos prehistóricos y que en sus cavernas había previamente un monasterio budista.

Los muros existentes reflejan el volumen del desaparecido palacio

Deambular por la cumbre da una idea de la amplitud de las construcciones que allí existieron. Se sabe que tras la muerte del rey Kasyapa aquello volvió a ser un monasterio y posteriormente fue abandonado. No fue hasta 1908 cuando un historiador británico, John Still, descubrió las ruinas.


Lo recorrimos de lado a lado y disfrutamos de las vistas, especialmente cuando estábamos en alguna de sus esquinas. Después, llegó el momento de descender.


Con paciencia, hubo en el grupo quien se dedicó a contar los escalones al bajar para aclarar si realmente habíamos subido 1.200 peldaños, como figura en las guías.


El retorno no sigue exactamente la misma ruta que cuando se sube. Pasado un rato se baja por una escalera de caracol para que los visitantes puedan conocer los famosos frescos al aire libre realizados en un saliente de la roca, casi una galería, que los protege del sol y de la lluvia. No permiten hacer fotos así que solo podemos describirlos: son pinturas de mujeres atractivas con espectaculares senos y bastante bien conservados. No se sabe si eran ninfas celestiales o las concubinas del rey Kasyapa.

Enfrente de nosotros el Pidurangala, al que subiríamos después

Descendimos con rapidez de esta increíble fortaleza, que el rey citado construyó, según la leyenda tras matar a su padre para usurpar el trono al legítimo heredero, su hermano Mogallana. Éste huyó a la India, volvió con un ejército y derrotó a Kasyapa, que se suicidó.


Ya en la base tuvimos la satisfacción de comprobar que la cifra de 1.200 escalones para llegar a la cumbre del León era correcta. Allí había una feria con puestos de antigüedades, recuerdos, bebidas, de todo. Y mediante unas cuerdas te obligaban a pasar delante de los puestos un buen rato, como en los aeropuertos,

Pero tan bien nos encontrábamos que decidimos hacer doblete y subir a la hermana pequeña de la Roca del León. Hablamos del peñasco de Pirudangala, situado a poca distancia. No teníamos claro si hacerlo ya que Manuel, el encargado del hotel, nos había advertido que había un tramo algo complicado, con rocas que obstaculizan el camino y que prácticamente había que escalar.


Pero, claro, imbuidos de la magia de la Roca del León y su palacio, decidimos intentarlo. La entrada a Pidurangala es muy barata y muchos viajeros recomiendan venir aquí si solo se va a subir a una de ellas. Motivo: excelente vista de la Roca del León, mejor que si subes, y un precio tirado.


La subida es más abrupta que en la Roca, con escalones irregulares y pendientes, pero el arbolado, ya al mediodía, nos libró del castigo del sol.


Hay tramos difíciles, incómodos más bien, pero lo más complicado estaba por aparecer.


A mitad de camino nos encontramos un gigantesco Buda tumbado protegido por un saliente de la roca y recordamos que en la base del Pidurangala ya vimos que aquello era un recinto religioso.


Seguimos avanzando y las rocas empezaron a convertirse en obstáculos. No son imposibles de franquear, pero hay que esforzarse un poco y, en algunos momentos, ponerse a cuatro patas.

El franco-portugués Domingos nos ayudó a salvar algunas rocas

En este ascenso entablamos conversación con un grupo de portugueses residentes desde muchos años atrás en Alsacia y Córcega, dicharacheros y simpáticos. Su viaje por Sri Lanka era más largo que el nuestro, mes y medio, pero nos dijeron que evitaban las ciudades "por la contaminación". Realmente, uno de ellos, Domingos, nos ayudó bastante en las zonas más complicadas de rocas.  


Pero tras subir 570 escalones (¡de nuevo los contamos!) llegamos a la planicie rocosa desde la que se divisa imponente La Roca del León. Confirmamos finalmente que la vista merece la pena.


Enfrente, Sigiriya parece lo que es, un enorme grano en medio de un paisaje plano, convertida en el lugar más visitado de Sri Lanka, cuyo origen es el magma de un volcán desaparecido,

Planicie de roca en la cumbre del Pidurangala

Echamos un ratito de descanso antes de descender, superando las mismas rocas que nos incordiaron al subir.


Poco después y sin incidencias llegamos a la base. Realmente, como leímos, nos es demasiado difícil ni demasiado larga la subida, pero tampoco es un paseo. Por eso nos sorprendió ver a bastante gente con chanclas y calzado similar para un ascenso en roca de estas características. Ya nos había pasado en otros lugares.


Y metidos en faena, decidimos abordar también el Templo de las Cuevas de Dambulla, más conocido como Templo de Oro, uno de los más famosos de todo el país. Esta cerca de la Roca del León y nuestro guía nos acercó desde Pidurangala, a solo unos kilómetros. Es Patrimonio de la Humanidad desde 1991. La roca bajo la que se encuentra se levanta 160 metros sobre el terreno circundante. Los escalones que hay que salvar son algo más de 250, a estas alturas una tachuelilla.

Enorme Buda dorado encajado en una de las cuevas

Los monos siempre están presentes en Sri Lanka y también en Dambulla


El conjunto lo integran 80 cuevas, pero interesan las cinco con pinturas y esculturas de Buda y su vida,  en el que se considera el templo de estas características mejor conservado del país. Las pinturas cubren 2.100 metros cuadrados. Impresionante.

¡Ay los pantalones cortos no permitidos!


En total hay 153 imágenes de Buda en el complejo, junto con tres de reyes esrilanqueses y otras cuatro de dioses hinduistas.


La conservación y mantenimiento de los numerosos murales es la principal preocupación de los responsables de este inmenso templo. El complejo de cuevas data del siglo II a.c. y como dato de su grandiosidad, solo en una de ellas hay más de 1.500 pinturas de Buda cubriendo su techo. Estas cuevas ya estuvieron habitadas en la etapa prehistórica pues se han encontrado restos de enterramientos humanos.

Comiendo con nuestro chófer, Salminha, tras una jornada activa y ajetreada

Cansados de tanto ascender montañas y ver templos, le pedimos a nuestro guía, el amable y correcto Salminha, que nos llevara a algún sitio a realizar una comida tardía. Eligió el cercano Ariya, un bufé de comida esrilanquesa (milagrosamente pocas cosas picaban), instalado en una especie de nave de madera abierta por los laterales. Obviamente lo invitamos y la comida, bastante buena, salió a unos 10 euros persona.

Restaurante Ariya, cerca del templo de Dambulla

Antes de empezar, el chófer creyó necesario advertirnos de que comía con la mano, algo más frecuente de lo que habíamos imaginado. Por supuesto, le dijimos que sin problema y nos sorprendió porque a los pocos minutos ni lo percibimos. Lo hacía con extremo cuidado y precisión, y hasta lo encontramos natural.

De vuelta al hotel tocaba gestionar el viaje al día siguiente a Polonnaruwa, unos 100 kilómetros. El chófer quería llevarnos pero pensábamos que el jeep era incómodo y dudábamos que entraran las maletas, pero el precio parecía competitivo, 15.000 rupias. El encargado del hotel consultó con alguien que nos ofreció una van por 22.000. Estábamos a punto de decirle que sí pero recibimos una respuesta del hotel de destino, el Summer Heaven. que nos podía enviar una van... por 10.000 rupias. Íbamos ganando experiencia y confirmando que los taxis tienen más garantías y son mejores cuando nos los enviaban de un hotel. Así que la decisión estuvo clara.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario