Mucha gente que visita Sri Lanka deja de lado Colombo, la capital del país, y directamente parte desde Negombo, 40 kilómetros al norte y sede del aeropuerto, en dirección a Anuradhapura para recorrer el triángulo cultural, tres ciudades del centro del país Patrimonio de la Humanidad desde 1982 y que en su momento, siglos atrás, fueron capitales o lugares claves de Ceilán. Nosotros decidimos justo lo contrario: pasar un día en Colombo para conocer la mayor urbe de la isla y luego seguir hacia el sur. No nos arrepentimos. Por supuesto, después nos acercamos al triángulo cultural.
 |
El vuelo desde Madrid, largo y nocturno, hizo escala en Doha |
El vuelo con Qatar Airways fue bueno, es una compañía que nos encanta, aunque saliendo de noche se hace durillo. Con Sri Lanka la diferencia horaria desde España son cuatro horas y media, una cifra rara, única en el mundo, pues en todos los demás países se mide en horas completas. Al final te acostumbras, pero es más difícil calcular la hora española.
De Vigo salimos en medio de un fuerte aguacero y mucho viento. Posteriormente nos enteraríamos de que dos aviones habían tenido un rato antes problemas para aterrizar en Peinador.
En Madrid pasamos varias horas, paseamos, comimos algo y, lo más importante, conseguimos el cambio de asiento de dos plazas situadas en medio, sin pasillo, algo importante en vuelos de tantas horas. La ruta era de Iberia operada por Qatar. Finalmente, un empleado de Iberia en Barajas nos sugirió ir a la puerta de embarque antes del proceso y pedir el cambio. Un consejo genial, pues nos lo hicieron sin problema y de manera gratuita. Gente encantadora.
 |
Impresionante imagen nocturna desde la terraza de nuestro hotel, el Cinnamon Red |
Viajamos sin haber cerrado el traslado desde el aeropuerto de Bandaranaike a nuestro alojamiento, a unos 40 kilómetros Desde el hotel nos habían pedido 115 euros por el desplazamiento, lo que nos pareció exagerado, y decidimos coger una van directamente en la terminal. Sin embargo, minutos antes de iniciar el viaje recibimos un email rebajando la tarifa a 36 euros. Confirmamos inmediatamente. Pero el culebrón siguió y ya en Doha leímos un segundo mail diciendo que se habían equivocado y que el precio eran ¡136 euros! No solo no lo bajaban sino que lo encarecían. Obviamente, dijimos que no por segunda vez ya un poco mosqueados.
Ciertamente, teníamos una idea de los precios y también éramos conscientes de que la rupia llevaba dos años en caída libre. Una desgracia para el país pero un plus para el visitante. En 2022 por un euro te daban poco más de 200 rupias y cuando salimos de Vigo estaba en 355. Pero la cosa no quedó aquí. Al llegar pedimos a través de una app una van que nos salía en 25 euros, prueba de la tomadura de pelo del hotel. Pero al salir vimos a un propio muy sonriente con un cartel y nuestro nombre. Era del hotel y el precio eran 35 euros. Realmente estábamos un poco hartos del tema. Al pedirle explicaciones, el hombre se limitó a sonreír, como nos pasaría muchas veces en el país. Tras confirmar la cifra nos dio pena y anulamos la van pedida por la app. Previamente habíamos cambiado euros a rupias en el propio aeropuerto para disponer de cash, a un cambio que nos pareció más que razonable, 340 por euro.
 |
Piscina de la terraza del hotel de Colombo, con magníficas vistas de Colombo la nuit |
Una vez en el hotel ya no hubo más incidencias. Se trataba de una instalación moderna en un edificio en altura, que ocupaba todas las plantas a partir de la cuarta. Nos gustó (era la reserva más cara de todo el viaje con diferencia: 608 € 3 habitaciones, los dos días) e incluía un desayuno bufé genial. Allí hicimos también dos cenas bufé realmente buenas.
 |
Habitación del Cinnamon Red, agradable y limpia |
 |
Vista nocturna incluida la torre de comunicaciones, a la que subiríamos al día siguiente |
La vista nocturna desde la terraza fue un lujo y un entretenimiento, por el que no cobran pero bien podrían hacerlo. Además de la piscina había un bar con música discotequera. Incluso a esa altura comprobamos que el calor y la humedad del país iban a ser unos fieles compañeros de viaje durante cuatro semanas. Preferimos ir al comedor y cenar con aire acondicionado, La elevada sensación térmica fue una constante de nuestra ruta, que solo trastocó Nuwara Eliya, situada a 2.000 metros de altura, adonde los británicos se escapaban para huir del bochorno que es una seña de identidad de Sri Lanka.
 |
La misma imagen pero ya a la luz del día, chula pero nada que ver con la nocturna |
El día en Colombo nos lo planteamos de manera sencilla: salir a callejear sin rumbo e improvisar según nos diera el viento. Teníamos un poco de pájara por el cambio horario y la noche de mal dormir, pero tras desayunar opíparamente nos fuimos a la calle. Colombo es una ciudad asequible, de unos 600.000 habitantes, bastantes más con su área metropolitana. Fundada por los portugueses en 1505, es una urbe vibrante, activa, llena de gente y siempre atractiva para un occidental. Lo primero que hicimos fue adquirir una tarjeta para tener un número de teléfono local y wifi para nuestros móviles. Muy útil para todo el viaje (hubo wifis deficientes en algunos hoteles). El precio, ridículo, 15 euros y un mes de validez con datos y llamadas ilimitadas.
 |
Un tuktukero cazándonos como clientes |
Nada más salir del hotel empezamos a recibir ofertas de tuktukeros, pero realmente queríamos andar, al menos de momento. La gestión de los tuktukeros es compleja, están por todos los lados, se ofrecen a cualquier occidental a pie y en ocasiones son bastante pesados. Por otra parte, los trayectos son baratísimos (uno a dos euros los cortos, hasta un par de kilómetros, y un poco más si son más largos). A la primera foto que nos hicimos en la calle apareció uno de ellos para ofrecerse amablemente a hacerla, como paso previo a poner su vehículo a nuestra disposición. Esa vez zafamos.
 |
Descalzándonos en Gangaramaya |
Al poco rato encontramos el templo budista de Gangaramaya y nos descalzamos para visitarlo (obligatorio, lo mismo que descubrir la cabeza y no llevar pantalones cortos).
 |
Varios músicos con este atavío animaban el complejo budista |
Un recinto amplio, llamativo, interesante, nuestro bautizo budista en la isla al que seguirían muchos más. Por algo es la religión mayoritaria, la que profesa el 75% de la población. Data del siglo XIX y leímos que es muy venerado.
 |
Sala de meditación con su imponente buda dorado |
Un enorme buda, al que nunca se le debe dar la espalda y mucho menos para hacer fotografías en esa postura, presidía una de sus salas, la destinada a la meditación, llena de pinturas religiosas.
Había gente, todos de blanco, muchos concentrados orando, colmillos de elefantes, actividad religiosa, velas. Fue la tónica en los numerosos templos que visitamos. Es un lugar atractivo que combina arquitectura y decoración.
El budismo es una religión amable con el profano. Te permiten entrar en los templos (a veces pagando), recorrer sus salas, hablar, nadie te mira mal y no sientes en ningún momento que tu presencia les moleste.
 |
Árbol gigantesco en el patio del templo |
 |
Las imágenes de Buda reciben donativos de los fieles |
 |
Impresionante templo hindú de Kailasanathar |
Un rato después no hubo forma de evitarlo y por fin nos montaron en dos tuktuk, tres en cada vehículo, sistema que utilizaríamos todo el viaje. Es más cómodo ir solo dos personas, pero además de más caro el riesgo de perdernos en un tráfico endiablado es mayor. Nos ofrecieron mostrarnos varios lugares del centro en un tour, como el templo hindú de la imagen superior, que estaba cerrado y vimos desde el exterior. Es el más antiguo de Colombo, construido por mercaderes indios que se trasladaron aquí a finales del siglo XVIII, cuando la isla estaba en manos holandesas. Dedicado a Shiva, responde al estilo arquitectónico clásico hindú.
 |
Detalle de las imágenes del templo hindú |
No detectamos la menor tensión religiosa. Nuestros guías, en su inmensa mayoría budistas, nos llevaban a los templos hindús o al pasar por alguna localidad en desplazamientos largos nos informaban de que su población era mayoritariamente musulmana. Sin más. Y por supuesto también encontramos iglesias católicas y hasta una catedral (Kandi) y mezquitas musulmanas.
Desde este templo, en realidad desde la mayor parte de la ciudad, es visible la torre de comunicaciones de Colombo, inaugurada en 2018 (trece pisos y 350 metros de altura) y que un rato después visitaríamos.
 |
Curiosa escultura metálica construida con materiales de desecho en un parque |
Junto al lago Beira (veríamos muchos en el país, y de manera especial en la zona central, estos últimos artificiales y construidos hace siglos), próximo al área litoral, visitamos el pequeño templo de Seema Malaya, al que rodean amenazantes imponentes rascacielos.
Al parecer es de los más importantes y a lo largo del año acoge numerosos eventos y festividades religiosas.
Está construido sobre el lago y lleno a rebosar de figuras religiosas. Fue diseñado por el arquitecto Geoffrey Bawa, uno de los arquitectos asiáticos más importantes del siglo XX, y es un centro de meditación.
 |
Buda dorado en el antiguo Victoria Park, actualmente parque Viharamahadevi |
Con calma recorrimos el centro de la ciudad, encontramos budas fuera de los templos, algo que se repetiría a lo largo del viaje. El de la imagen está situado en el parque público más antiguo y grande de la ciudad, terminado de construir en 1928. Después de la independencia cambió su nombre por el de una reina del siglo II a.c.
En el recinto hay árboles tropicales enormes y muchas aves, y por supuesto un estanque. Muy cerca se sitúa el antiguo ayuntamiento.
 |
Estatua del primer primer ministro de Ceilán, D.S. Senanayake, y la bandera del país |
Como habíamos pactado un recorrido de un par de horas con los tuktuks por diez dólares cada uno, nos acercaron al Memorial de la Independencia. Conmemora el fin de la dominación británica en 1948, y se encuentra en una plaza céntrica del mismo nombre. El acceso es libre.
Está situado en el mismo lugar donde se llevó a cabo el acto protocolario que abrió la puerta a la autonomía del país, con la presencia del entonces príncipe Enrique para abrir el parlamento.
Se trata de un recinto con columnas abierto por los cuatro lados, donde los turistas acostumbran a descansar a la sombra.
La siguiente parada fue la Lotus Tower, inaugurada hace solo cinco años y convertida en el principal mirador para una vista aérea de la ciudad. Quizás por ello aplican a los extranjeros una entrada cara (20 dólares), mientras es casi gratis para los nacionales y visitantes de algunos otros países. Está política la aplican también en los parques nacionales (30 dólares) con el objetivo de conseguir divisas que sin duda necesitan.
Construir la torre costó algo más de 100 millones de dólares, aportados por capital chino. Estuvo a punto de levantarse en la vecina ciudad de Peliyagoda, en la periferia de Colombo, pero finalmente se quedó en la capital a poca distancia del mar.
La vista desde lo alto es espectacular y permite observar la ciudad en su totalidad desde su balcón circular.
 |
Viajando en el tuk tuk el tiempo se aprovecha al máximo |
La visita prosiguió hasta el borde litoral, zona en la que también hay edificios espectaculares.
 |
Un hotel que llama la atención |
Sorprendentemente (para nosotros), pese al calor no había casi gente en la playa y prácticamente nadie bañándose. Con el paso de los días comprobaríamos que no es una actividad que interese mucho a los esrilanqueses, algo que también observamos años atrás en la India.
Durante un rato conocimos un paseo marítimo bastante solitario y regresamos a los tuk tuks para acercarnos a una zona de mercadillo donde ya despediríamos a nuestros guías-conductores.
Antes del adiós, el que llevaba la voz cantante nos convenció para llevarnos en una van al día siguiente a Galle (130 kilómetros) por 80 euros. Nos pareció una buena oferta y aceptamos, pero no es oro todo lo que reluce, pero eso ya lo contaremos en su momento.
Nos dejaron en la zona de Pettah, un enorme mercadillo al aire libre lleno de tiendas de todo tipo con la mercancía en la calle y atestada de gente. No era sencillo moverse: las aceras estaban ocupadas por los vendedores y sus productos y sus angostas calles por miles de personas y motos que pese a la multirud lograban circular.
Por suerte, en algunas calles laterales había menos actividad y se respiraba mejor. En cualquier caso, pasamos un rato entretenido, sobre todo porque en Sri Lanka, como en general en los países asiáticos, la seguridad es casi absoluta. No daba el menor reparo moverte entre tanta gente en un país tan ajeno al que acabábamos de llegar.
Pasamos por delante de la famosa mezquita roja, cuyo nombre oficial es Jamil Ul Alfar. Data de los primeros años del siglo XX y es reconocible por sus característicos colores blancos y rojos.
Y para cerrar la jornada, bañito en la maravillosa piscina y cena bufé en el hotel, como el día anterior, con apetito tras un día entero dando vueltas sin haber comido nada desde el desayuno, excepción hecha de unas mandarinas en el bazar callejero de Pettah. Este régimen lo mantuvimos durante todo el viaje, obviamente dejándonos seducir por zumos o milshakes cuando nos apetecía. Eso sí, en todo momento evitamos tomar hielo, fruta sin pelar o ensaladas, siguiendo los consejos médicos para evitar complicaciones intestinales. Ciertamente, funcionaron, pues regresamos a casa sin la menor incidencia de salud.
 |
De noche la torre va cambiando de color. El Lotus es la flor nacional del país |
Y para despedir este resumen del día, una imagen nocturna de la Lotus Tower, quizás ya el emblema de Colombo, una ciudad que nos resultó interesante, mucho más que a los autores de blogs y guías que consultamos antes del viaje. De forma generalizada destacaban su falta de atractivo, que no compartimos.
Al margen de todo lo anterior, señalar lo que nos pareció una asignatura pendiente: caminando por la ciudad descubrimos que la prioridad es para los vehículos. Como muestra, encontramos un semáforo que les reservaba un minuto y después los peatones disponían de diez segundos justos (había un segundero en el semáforo). Flipamos. Sin duda, cuando pase tiempo la situación será otra.
Quede claro que también vimos zonas degradadas, especialmente junto a las vías del ferrocarril, y bastante suciedad según nuestros estándares, pero la mendicidad era residual. Y como españoles y occidentales, la ausencia del equivalente de las cafeterías se hace notar... pero para ver otras culturas y países diferentes precisamente sale uno de casa. Y nos quedaron muchas-muchas cosas por ver, museos, edificios, el área litoral de Fort, pero para un día nos hicimos una idea de la vida en la capital de Sri Lanka.
No hay comentarios:
Publicar un comentario