martes, 30 de enero de 2024

5) Nuwara Eliya, la "nevera" de Sri Lanka


La llegada a Nuwara Eliya supuso un cambio radical que agradecimos. No solo desaparecieron el calor y el bochorno, sino que incluso hacía fresco. Toda una novedad en nuestro viaje de cuatro semanas. Lo que no sabíamos entonces, aunque lo imaginábamos, es que transcurridos los dos días en esta localidad, situada a casi 2.000 metros de altura, la situación volvería a ser la de siempre: calor tropical.

Habíamos leído que los británicos desarrollaron esta localidad para tener un lugar al que escapar del calor de Colombo y del resto del país. Desde luego, nosotros lo logramos gracias a su clima moderado.

Al margen de la temperatura, el viaje desde Ella fue complicado por el tráfico y la carretera, todo curvas y llena de coches y autobuses. Solo hay 56 kilómetros y da una idea de las dificultades que tardamos dos horas en recorrerlos. Al margen, ya era costumbre que nuestros choferes manejaran el móvil al volante y con mucha frecuencia. A ello se añaden los adelantamientos constantes con tráfico denso y curvas.

Nuestro outfit lo dice todo: chaquetas y chubasqueros salieron por fin de la maleta

No obstante, llegamos sin novedad desde Ella y nos alojamos en el hotel The Ramp, una instalación con pocas habitaciones y un diseño curioso, limpia, agradable y con un encargado amable. Hicimos poca vida en este alojamiento, ya que solo fueron dos noches, pero todo discurrió de maravilla. El precio de las tres habitaciones, con desayuno, fue de 345 €.

Hotel Ramp en Nuwara Eliya con un diseño peculiar. En esta foto, posa Alvaro pero en el fondo aparecen también, sin pretenderlo, Beni, Alfonso y Juanma.

Salón para los desayunos

Habitación del hotel The Ramp, con dos balcones.

Clima aparte, Nuwara es conocida por ser una ciudad con casas de estilo europeo, y se recuerda que fue fundada por un británico, Samuel Baker, en 1846. En su biografía como explorador figuran hitos como el descubrimiento del alto Nilo y del Lago Alberto.

De entre los edificios coloniales de la conocida como pequeña Inglaterra, el más famoso, sin la menor duda, es la sede de Correos. En el centro de la ciudad, junto al Gran Hotel, hay también un campo de golf de 18 hoyos.


Es un inmueble espectacular que sigue cumpliendo la función para la que fue construido en 1894 con con claro estilo inglés. Su color rojo y la torre del reloj, aparte del buzón, lo hacen inconfundible.

Buzón original de madera que se mantiene como atractivo turístico

Lo habitual es que en su interior haya más turistas que gente que acude para cualquier gestión a una oficina de correos. Por ello cuenta con tienda de recuerdos y se puede enviar una postal con su imagen.


El mercado municipal es otro atractivo en esta pequeña ciudad. con un diseño lineal y atestado de mercancías variadas, destacando la fruta y las especias. Limpio y ordenado. El pescado fresco se exponía en condiciones higiénicas, con hielo (novedad). Y por supuesto té, en la zona productora más importante del país así como una enorme variedad de arroces.


Callejeando nos encontramos con algún templo, aunque no era la prioridad en esta etapa. Y también un parque grande y vistoso en el centro de la ciudad de reminiscencias ineludiblemente británicas: el Victoria Park.


No nos pilló de sorpresa que acceder al Victoria Park implicase el pago de 600 rupias (casi gratis los locales), ya que veníamos prevenidos de Galle. Obviamente, la entrada implica que esté vallado y que haya pocas entradas, todas con personal y taquilla.


El parque es un lugar agradable y claramente sus praderas y su diseño recuerdan a los jardines británicos. El 90% de sus plantas son de origen foráneo y tiene más de 10 hectáreas. Se inauguró en 1897 con motivo de la conmemoración del jubileo de diamantes (60 años desde su coronación) de la reina Victoria.


Lo recorrimos un rato con calma, disfrutando de un paseo para nada caluroso, y una vez fuera seguimos  en dirección al Lago Gregory. Artificial, como muchos de los que veríamos en la zona interior del país, data del año 1873. Lleva el nombre del gobernador british que lo promovió.



Es un recinto enorme, más de 90 hectáreas de lámina de agua, y un paseo peatonal permite circunvalarlo.


Cuenta con zonas de ocio, algún recinto hostelero y una gran oferta de barcos y motos de agua de alquiler para recorrerlo. Nos dio la impresión que, junto con el parque, es el principal lugar de esparcimiento de la ciudad. Aquí también había que pagar una entrada. Evidentemente, el ocio gratuito en los espacios ciudadanos  no se lleva.

La antigua casa de vacaciones del gobernador inglés es hoy un hotel

Otro edificio destacado es el actual Gran Hotel, de casi 200 años. Fue construido por el gobernador británico Eduard Barnes en 1828 como lugar para su descanso. En la actualidad es probablemente el hotel más importante de la ciudad, con 154 habitaciones y varias suites.

Pasteles del Grand Hotel, muy sabrosos

Al hotel no entramos, pero una edificación anexa que en tiempos fue la casa de los guardeses es actualmente la cafetería del hotel abierta a cualquier cliente. La encontramos por casualidad y los dos días fuimos a media tarde a tomar un café con algún dulce y jugar nuestra diaria partida de chinchimonis. Un sitio acogedor y los pasteles y cakes ricos y nada caros.

Los campos de té son una maravilla para la vista, casi un jardín muy trabajado

Al día siguiente salimos después de desayunar hacia una plantación de té, en un tour gestionado desde el hotel. La visión de los montes cubiertos de té impresiona. Nos explicaron que las plantas sufren una poda fuerte cada cinco años, y que van rotando las zonas para no afectar a la producción.


La empresa propietaria se llama Damro, una sociedad que también gestiona tiendas y terrenos, por los carteles que encontraríamos en distintas ciudades.


Es un recinto enorme, 23 kilómetros cuadrados, en el que trabajan 1.000 empleados, la mayoría, 600 mujeres tamiles dedicadas a la recolección del té. El resto en la fábrica donde se elaboran distintas variedades de esta infusión.


Mujeres tamiles recogiendo hojas de té

No nos quedó claro por qué son tamiles las recolectoras, pero todo hace indicar que se debe a su situación en la parte inferior de la escala social esrilanquesa. Recoger la hojitas más verdes  y pequeñas de té es un trabajo ímprobo y mal pagado.


En un vehículo y dirigidos por un guía de la fábrica hicimos un recorrido por la plantación, donde las enjutas mujeres tamiles empiezan todos los días a trabajar a las siete de la mañana, y no finalizan hasta completar 20 kilos, entre 6 y 7 de la tarde.


En plan turisteo y para darle contenido al tour, nos entregaron unos cestos (los de las recolectoras son más bien unas bolsas de tela) y nos invitaron a recoger hojas de té. Previamente, el guía nos explicó cuales son las que se cogen, siempre pequeñas y de color más intenso y claro.


Tras un rato como recolectores llegamos a la conclusión que entre los seis no seríamos capaces de recoger los 20 kilos que tienen asignadas estas mujeres. Nos pareció un trabajo tremendo ya que las hojitas de té no pesan nada.

Fábrica de Damro en el fondo del valle

Por el guía supimos que las recolectoras y muchos de los empleados viven en unas casas dentro del mismo recinto de la plantación. 

Viviendas de los empleados de Damro, el barrio en el centro-derecha de la imagen

Este alojamiento forma parte de su salario, que es muy bajo. Nos dejó claro que él vivía fuera y que su mujer no se dedicaba a la recogida de té. Su trabajo de chófer es mucho más descansado y le dimos una propina mayor que el sueldo de las tamiles. Supimos que que a lo largo del día realizaba cinco o más tours como el nuestro.


Antes del recorrido exterior visitamos la fábrica tutelados por una monitora, quien nos fue explicando el proceso, por lo demás complejo. Cómo se separan y secan las hojas y el sistema para producir las distintas variedades. Básicamente, negro, verde y blanco; del blanco, silver y gold, del verde otros dos clasificaciones y nada menos que cinco del negro. Observamos como las máquinas seleccionan las hojas, secan, separan el tallo y en algunas casos las muelen.

Tipos de té que elabora Damro.

La visita incluía una degustación y por supuesto la visita a la tienda, donde podías adquirir los productos de esta fábrica. Aunque ninguno en el grupo es especialmente aficionado al té, resultó interesante.


Antes de salir de la fábrica tuvimos que aguardar a que terminara de caer un impresionante aguacero, parecido al que la noche antes nos sorprendió nada más llegar al hotel. Indudablemente, Nuwara Eliya es un caso aparte en Sri Lanka. Con tanta agua, no es extraño la abundancia de cascadas. 

Precisamente, el tour que habíamos contratado incluía la visita a una cascada, Ramboda. Aunque está junto a la carretera, para verla hay que subir a lo alto de un monte, más de 500 escalones muy irregulares y dañados que ascendimos bajo la lluvia que había regresado. 


Según supimos después, tiene nada menos que 109 metros de altura y es la undécima en altura de Sri Lanka.


En algunos puntos de su caída se forma pozas y después el agua sigue bajando. En la práctica son varias cascadas que se van encadenando.


El agua desciende poderosa rodeada de rocas y de verde, de muchos tonos de verde. Una visita que merece la pena.


En las inmediaciones de esta cascada había una tienda de artesanía, desde cuya terraza disfrutamos una vista excepcional de la zona circundante.


Un paisaje envolvente y muy natural, sin casas ni casi huella humana. Un gustazo.



Volvimos a Nuwara Eliya para almorzar, y tras consultar a San Google elegimos Dusham´s Home Kitchen por su elevada puntuación. Cuando llegamos al lugar quedamos sorprendidos por lo que de aspecto era un furancho de nuestra tierra venido a menos, nada que ver con un restaurante. Una pequeña habitación con tres mesas de aspecto muy humilde. Pedimos algo de comer y aparte de la comida no había de nada. La señora nos invitó a adquirir las bebidas en un supermercado cercano y lo mismo el pan en una panadería. Aprovechamos para adquirir una botella de vino, único día que lo tomamos en todo el viaje. Nos costó 5.000 rupias (15 euros) y era de la gama baja, muy caro aquí, un país donde no se cultiva la vid.

En fin, un local fuera de lo habitual, pero la comida, que tardó un rato, estaba rica. La señora, consciente de como le llegan los clientes, nos pidió una reseña.

El día anterior también habíamos comido en un lugar peculiar, aunque no tanto, de nombre Salmiya. Cerca del lago, una pequeña habitación con cinco mesas especializado en pastas y pizzas. Igualmente todo rico, sobre todo las pizzas, finísimas, y además de la comida mencionada solo ofrece cerveza, tampoco postres.


Al día siguiente por fin conseguimos viajar en tren para desplazarnos a Kandi, la antigua capital del país y ciudad importante en el plano religioso, uno de los vértices del triángulo cultural. Para ello tuvimos que levantarnos a las 4:30 ya que salía a las 6:00 y la estación, Nanu Oya, está algo alejada.


El madrugón dejó huella y en las cuatro horas y media de trayecto (¡para 60 kilómetros!) pudimos compaginar un paisaje maravilloso con alguna que otra cabezada. El hotel se preocupó de facilitarnos un completo desayuno take-away.


Eso después de habituarnos a un vagón tremendamente guarro, con unos estándares de limpieza diferentes a los nuestros, o quizás directamente inexistentes.


Desde las ventanillas volvimos a contemplar numerosas plantaciones de té.


 Y atravesamos pueblos y estaciones de aspecto desastrado. 


Un rato agradable observando bosques, cortados y montañas. Dedujimos que el trazado del tren se hizo pensando en las factorías de té y su transporte. Nos llamó la atención el tremendo traqueteo y rechinar del tren y el ruido que provocaba su funcionamiento. A veces parecía que iba a volcar y casi llegó a preocuparnos, seguramente sin motivo pues no hubo problema alguno. La velocidad no era precisamente la causa, 25 kilómetros cuando iba rápido y otras veces 17/18, un récord.


A mitad de trayecto unos revisores nos obligaron a cambiarnos de vagón, creemos que nos habíamos metido en segunda pese a que teníamos billete de primera. Era algo mejor, sobre todo más limpio, pero como el tren iba vacío no supuso gran diferencia. Nada que ver con la aglomeración de Ella.

sábado, 27 de enero de 2024

4) Ella, la zona mochilera de Sri Lanka

Situada a 1.040 metros de altura, Ella es el inicio de las Tierras Altas. Se trata de una pequeña población un tanto desastrada que tiene un gran éxito entre el turismo más juvenil y de hostel. Reflexionamos sobre ello los tres días que pasamos en la localidad. A su favor, el histórico puente del tren y dos picorotos llamativos como son el Little Adam´s Peak y Ella Rock, y un atractivo paisaje de montaña. Aparte de ello, disfruta de un ambiente increíble con muchos jóvenes y mochileros deambulando por sus calles y callejas.

El día del viaje salimos de Tissa con el chofer que nos había traído dos días antes desde Mirissa, Kelme, con el que recorrimos los 90 kilómetros haciendo alguna parada. La primera, para conocer el buda de Buduruwagala, esculpido en la roca con otras seis figuras más. Llama la atención que nosotros vimos imágenes deterioradas con escaso relieve y las de Internet son mucho más nítidas y perfectas. Efectos de los filtros, quizás.

Delante del buda de Buduruwagala

El buda tiene 16  metros de altura y se encuentra muy afectado por la erosión y el paso del tiempo. No se conoce su fecha exacta, pero se piensa que supera el milenio.

Pegando la hebra con zamoranos y alcarreños en Buduruwagala

A lo largo del viaje frecuentemente encontramos viajeros españoles, y en Buduruwagala en concreto un grupo de turistas de Zamora y Guadalajara, con los que estuvimos un rato charlando. Ellos venían del norte y se dirigían a las playas, justo al contrario que nosotros.

Cascada de Ravanna

Ya a muy poca distancia de Ella el guía se detuvo en la carretera para que viéramos con tranquilidad la cascada de Ravanna, de unos 40  metros de altura.


Es un salto enorme que añade aún mayor belleza a las verdes cadenas montañosas por las que estábamos transitando. No había aparcamiento, por lo que coches y autobuses estacionaban en la carretera provocando un pequeño tapón. Allí ejercían varios vendedores ambulantes, casi una feria para las numerosas personas que querían ver la cascada.

La circulación y los adelantamientos siguen códigos que los foráneos no captamos

El embotellamiento que provocaban los vehículos no generaba problema alguno, carecía de  importancia. Están muy habituados a que calles y carreteras sean un lugar de lo más enfollonado.

Coches en la carretera para visitar la cascada

Los últimos kilómetros antes de llegar a Ravanna fueron un suplicio para nuestra van, visiblemente mayor para semejante esfuerzo. Después la carretera tenía aún más pendiente y los sofocos del motor se hicieron lastimeros, pero llegar, llegó, aunque fuera renqueando.

Paisaje de montaña en Ella, todo verdor


Si llegar a Ella le supuso un esfuerzo a nuestro vehículo, encontrar el hotel todavía más. Ella está en la base de varias montañas y salvo unas pocas calles se ha desarrollado escalando por laderas. 


Una de las calles principales de Ella

El conductor utilizaba Google Maps y dijo que sabía llegar al hotel, lanzándose por un empinado camino. Un par de kilómetros después tuvo que dar la vuelta. Hizo otro intento y tras este segundo fallo no le quedó otra que llamar por teléfono al alojamiento. Pese a nuestra advertencia volvió a equivocarse, descendiendo por un caminejo minúsculo y empinado donde algunos de los viajeros ya se pusieron lívidos. Era muy pequeño para la van, pero logró salir.

Planta superior por la que se accede obligatoriamente al Natur´s Grove

La verdadera sorpresa, sin embargo, nos la llevaríamos al llegar al Natur´s Grove, que fue el peor alojamiento con diferencia de todo el viaje. Una edificación sin terminar, con un acceso inverosímil y un baño que Sanidad cerraría. Cualquier parecido con las fotografías de Booking era pura casualidad. El precio de las 3 noches fue de 243 euros. En honor a la verdad hay que decir que a este lugar llegamos por descarte después de que una serie de mensajes de otro alojamiento que habíamos reservado en Ella. Pedían un pago por adelantado y cancelamos al sospechar de algún tipo de estafa. Nos despistaron los comentarios positivos sobre el Natur´s, algunos de españoles, que no alcanzamos a entender.

Acceso al Natur´s Grove

Mucha naturaleza, pero el alojamiento estaba a medio hacer


En la foto las habitaciones pueden parecer aceptables, pero no lo eran. Tanto, que durante la primera noche decidimos que tres días allí eran demasiados. Dos del grupo recorrieron a la mañana siguiente los alrededores buscando otro hotelito en mejores condiciones, pero ninguno contaba con tres habitaciones libres. Así que allí nos quedamos. 


En el haber del establecimiento, unas vistas espectaculares sobre Ella Rock desde la terracita donde desayunábamos y la amabilidad de los dos chicos que lo gestionaban. En lo demás, suspenso total.

De camino al afamado puente

Tras el fallido intento de cambio, de mañana nos pusimos en marcha para una excusión al Puente de los Nueve Arcos, un espectacular viaducto para el ferrocarril. Fue terminado en 1921y sigue en activo.

El puente se aparece de improviso e impresiona

Es una excursión estupenda ya que se llega a través de caminos rurales bajo tupidos bosques. De repente, en una bajada, aparece el puente, un momento mágico.

Tiene 91 metros de largo, 24 de alto y 8 de ancho

El puente es una imponente obra de ingeniería, ya que no se utilizó hormigón ni hierro. Había comenzado la Primera Guerra Mundial y esos materiales eran imprescindibles para la actividad bélica británica.

Sentada sobre el borde del puente, una irresponsable

El puente es una atracción turística de primer orden. Estaba lleno de gente cuando llegamos y ocurre así a diario, con la multitud paseando hasta que se oye el pitido que anuncia el paso de un convoy. Entre tanto personal, siempre hay algún descerebrado/a al que no se le ocurre otra cosa que sentarse encima del pretil.


El lugar encandila y el paisaje que lo rodea, todo verdor, contribuye. Solo nos faltó ver pasar el tren, pero dada la poca fiabilidad de los horarios esperarlo podía suponer una demora considerable.


Con tanto éxito, no faltan vendedores ambulantes para atender cualquier necesidad o capricho.


Decidimos extender la excursión para acercarnos desde allí al Little Adam´s Peak, uno de los dos picos famosos de Ella y el más accesible (1.141 metros, por 1.348 de Ella Rock). Previamente tuvimos que subir desde el Puente de los Nueve Arcos por una de las laderas, en ocasiones casi gateando. Después el camino mejoró hasta llegar a la base del pico. Aquello también era una fiesta, con mucha gente y  atracciones.

Columpio gigante sobre el valle

Entre ellas, un espectacular columpio sobre la montaña, en el que alquilaban trajes de amplio vuelo, cola y coronas de flores a las chicas que querían fotos fashion. Costaba caro pero la fila esperando era permanente.


La subida al Little Adam´s Peak obliga al esfuerzo de superar casi 500 escalones y algunas pendientes. 


Una vez arriba, se disfruta de una vista espectacular sobre los alrededores de Ella.


Punto de salida de la tirolina en las inmediaciones del Adam's Peak


Como todos habíamos sudado lo nuestro, no nos privamos de recuperar energías tomando leche de cocos que abrían in situ. Había varios vendedores y el precio ridículo: 200 rupias, poco más de medio euro cada uno.


Satisfechos por una excursión tan gratificante, al llegar a la base elegimos una ruta distinta para regresar a Ella. Discurría a través de fotogénicos campos de té, tan bellos que casi parecían decorados artificiales.


Teníamos en cartera visitar una explotación de té, actividad que llevaríamos a cabo durante la siguiente etapa en Nuwara Eliya, que pronto relataremos.

Ración para uno de rice and curry, arroz con cosas, un clásico muy rico de Sri Lanka

En Ella teníamos variedad de restaurantes para elegir. El primer día comimos en The White Rabbit. Al siguiente en  el café Chill, y el último día en La Mensa. Todos estuvieron bien, en un ambiente muy internacional y aquí dejamos recuerdos de alguno de los platos consumidos.

Chop suey de langostinos con huevo frito

Saboreando una crema de verduras 

 El tercer día en Ella tuvimos que buscar actividad. Las dos excursiones previstas las habíamos llevado a cabo en la primera jornada y Ella Rock quedó aparcado. Era demasiado el esfuerzo que nos iba a exigir, considerando también el calor, y porque la ruta era un tanto abrupta.

Paredes decoradas en la cueva de Dowa

Elegimos visitar el templo de Dowa Rock contratando dos tuk tuks, ya que se encuentra en Badulla, a unos kilómetros de Ella. Se construyó utilizando una cueva y unas rocas enormes .


Es un lugar muy venerado con más de 2.000 años de antigüedad. El Buda tumbado está completamente encastrado en la cueva donde reposa, ocupando todo el espacio disponible.


Techos y paredes están completamente cubiertos con pinturas y frescos que relatan historias religiosas y la vida de Buda.


Sin ninguna explicación a nuestro alcance resultaba imposible comprenderlas.


Pero la visita merece la pena pese al olor a humedad que impregna su interior.


Además de las lluvias y del agua que pueda filtrarse por la piedra, junto al templo discurre un río de montaña en el que había una pareja tamizando la arena. Se nos pasó por la cabeza que pudieran estar buscando pepitas de oro.


Este templo tiene también su inmenso Buda esculpido en una pared de roca, de 12 metros de altura,  que no llegaron a rematar.


Como turistas avezados, decidimos después darnos un rato de holganza y acudimos al complejo del columpio del día anterior, que tiene de todo y mucho ambiente de turisteo, incluidas piscinas para pasar el rato viendo a la gente columpiarse. 

Dos piscinas permiten pasar el rato viendo la actividad del columpio gigante

Nos tomamos un zumito y el viento que corría nos obligó a cubrirnos con prendas de abrigo. Sería un espejismo en medio del calor que pasamos todo el mes, excepto en Nuwara Eliya,


Tuvimos tiempo para una partida de billar americano, con el clásico chicas contra chicos, y con el testimonio gráfico no es preciso comentar el resultado.


Entretenimiento aparte, este enorme salón utilizaba como columnas unas gigantescas cañas de bambú que nos llamaron la atención. 


En Ella vimos muchas casas en obra en las que utilizaban bambú en su estructura.

Imagen de Ella Rock con la neblina mañanera antes de ir a la estación

Desde Ella a Nuwara Eliya teníamos intención de viajar en tren disfrutando de un paisaje excepcional, como recomiendan todas las guías, pero no resultó sencillo. De entrada, imposible adquirir los billetes en primera clase, con asiento reservado como pretendíamos. Nos conformamos con segunda.


Una vez en la estación, el andén empezó a llenarse y nos preocupó la posibilidad de no encontrar sitio para viajar sentados. El viaje dura cuatro horas y de pie podía superarnos. Además, llevábamos todo nuestro equipaje.


Con el paso del tiempo (los trenes en Sri Lanka no acostumbran a ser puntuales) el andén estaba a rebosar y nos conjuramos para quedarnos en tierra si no había sitio. Total, el billete no nos había costado ni un euro a cada uno.

Finalmente el tren llegó y en la confusión del momento nos separamos. Hubo quien subió a empellones y pretendía ir incluso de pie en un vagón atestado. Mientras, los demás buscándolo... Un numerito. Al final fue localizado, todos bajamos y tras el correspondiente chaparrón nos organizamos para viajar a Nuwara Eliya en una van. La gestionamos por la app Pick Me y no hubo problema alguno, salvo que la carretera era una sucesión de curvas de montaña en medio de plantaciones de té y con un tráfico horrible.

En la estación de tren habíamos encontrado este atractivo cartel turístico con el Puente de los Nueve Arcos como motivo. 


Y de esta manera un tanto agitada, pero sin más, todos enteros y felices, le dijimos adiós a Ella.